De la bruma de la melancolía es posible extraer buenas razones, sin embargo. Porque las hay, por ejemplo, para lamentar el lugar social de la alta cultura o para criticar decisiones políticas concretas, como el ordenamiento académico reciente de las humanidades. La Europa contemporánea es probable que haya equivocado la naturaleza específica del saber de letras –historia, filosofía, literaturaal pretender unificar ese saber bajo los mismos criterios de mercado, evaluación y docencia que las disciplinas técnicas y científicas. Es muy probable que ahí haya un error de interpretación del modo en que las humanidades calan en una sociedad y el modo en que deben ser protegidas como estudios sin rentabilidad tangible pero cruciales para construir sociedades más lúcidas.