La fascinación por las orquídeas viene de muy lejos. En la Inglaterra victoriana, llamaron «orquidelirio» a la locura por estas flores, una pasión equivalente a la «fiebre del oro». Los ricos coleccionistas de la época enviaban expediciones armadas a explorar territorios ignotos en busca de nuevos ejemplares, y la rivalidad entre ellas era tan feroz que terminaba en violentas batallas.
La fascinación por las orquídeas viene de muy lejos. En la Inglaterra victoriana, llamaron «orquidelirio» a la locura por estas flores, una pasión equivalente a la «fiebre del oro». Los ricos coleccionistas de la época enviaban expediciones armadas a explorar territorios ignotos en busca de nuevos ejemplares, y la rivalidad entre ellas era tan feroz que terminaba en violentas batallas.
En esta hipnótica historia real sobre la obsesión y la belleza, el bucanero a la caza, el ladrón de orquídeas de nuestros días, es John Laroche, un sujeto al borde de la legalidad, que está acusado, junto con tres indios seminolas, de robar especies protegidas en los pantanos de la reserva india de Fakahatchee (Florida).
Pero este libro es mucho más que la historia de Laroche y sus hazañas. Su autora se ha sumergido en un mundo pantanoso, lleno de personajes ambiguos y complejos. Quizá porque la orquídea es también la más enigmática de las flores: es considerada el símbolo de las mujeres fatales, de la feminidad, pero su nombre viene del griego «orchid», «testículos»…