En “José Gaos: personalidad y confesión”, Uranga sostiene que el descomunal trabajo filosófico de Gaos no fue creación de un hombre que viviera para la filosofía, que se entregara a ella con entusiasmo; no, era la obra de un hombre desencantado que veía su trabajo filosófico como el cumplimiento de un deber, como el de un campesino que se levanta todos los días para arar el campo del amo o el del obrero que cumple con su jornada en una fábrica.17