“Santa palabra”. Así fue como el poeta Juan José Churión definió la arepa. Mariano Picón Salas quiso bautizarla con similar tono de religiosidad., como «unánime providencia de la mesa venezolana”. Por otra parte, al observar que la arepa igualaba la mesa del pobre y del pudiente, Ramón David León la ensalzó como una expresión eminentemente democrática del venezolano. Pero la arepa también se vio rodeada de prejuicios: tanto que, por ejemplo, un viajero del siglo XIX sentenció que la abundancia de cólicos que sufrían los caraqueños se debía al maniático consumo del pan de maíz.
En 1945, el escritor Alfredo Armas Alfonzo señaló, con pesar, lo siguiente: «Es una lástima que nuestros historiadores hayan olvidado este capítulo en la historia del pueblo venezolano». Luego de más de medio siglo, Miguel Felipe Dorta Vargas ha venido a conjurar ese pesar a través de una acuciosa investigación en la cual reconstruye la compleja trayectoria que ha descrito este alimento desde que fuera domesticado en los fogones coloniales hasta su industrialización en el siglo XX, pasando por su presencia en el argot deportivo, el cancionero popular y la cultura publicitaria. Dorta Vargas concluye que, más allá de su consumo, la acepa representa una pieza irreemplazable del imaginario nacional.
EDGARDO MONDOLFI GUDAT