Pero incluso si ese reencuentro no hubiera podido producirse, hacer todo lo que estábamos haciendo, repetir esas acciones, cultivar esas maneras de ser, suponía nutrir esa fuerza de «conveniencia», hacerla existir, aun cuando fuera para nada o en el vacío, hacerla existir solo para que existiera, y también con la secreta esperanza de que esa fuerza, por haber sido revitalizada, impulsaría un día a los pulpos hacia nosotros y los haría regresar.