El artesano que no tiene limitaciones tampoco tiene identidad. Podría hacer cualquier cosa y, por lo tanto, nada. Así pues, en las limitaciones estaba también la fuerza. Además, ahora también se daba cuenta de que si hacía una cosa y no quedaba bien, podía hacerla bien. No había riesgo, y nunca lo había habido. Mejor dicho, sólo había un riesgo, no hacer nada.