él le pide opinión sobre los encuadres de sus fotografías. A ella le parece que podría recibir una buena paga por ese tipo de imágenes, que desprenden cierta sabiduría, cierto conocimiento de lo salvaje, de lo primitivo, hasta del dolor. Oskar se pregunta si hay trazas de su pasado allí expuestas, impresas en gelatina de plata, accesibles a la mirada de los otros. Si ha sido capaz de transformar su experiencia en otra cosa, si esas fotografías constituyen una suerte de exorcismo.