En realidad, casi todos los bocados que comemos tienen veneno. Eso es porque las plantas están en una batalla constante con los insectos y animales que las dañan. Como resultado, casi todas producen insecticidas y venenos naturales, que luego nosotros consumimos.
El hecho de que sean venenos “naturales” no hace ninguna diferencia. La ricina y la toxina botulínica, por ejemplo, dos de los venenos más letales que conocemos, son naturales.