Emilio Uranga y Ramón López Velarde fueron los principales testigos de una dramática historia; la de una “patria suave” y su amada imposible, “ojerosa y pintada”: la Revolución.
Difícilmente encontraremos una lectura de López Velarde tan sostenida y con tantas capas como la de Emilio Uranga, filósofo y periodista. Las obras de uno y otro forman uno de los dísticos más agudos y más singulares de nuestra cultura. A ambos les interesó «todo lo que no tiene fin preciso, los despilfarros de fuerza y de pasión, lo fútil, lo que nadie mira, lo sencillo y suave, la debilidad, el pecado, la tristeza». Uranga supo ver en López Velarde, no sólo a un poeta católico, criollo y nostálgico, sino a un filósofo «cósmico», universal, humanista, el fundador, junto con Madero, de una «patria íntima». El presente libro reúne por vez primera los textos que Uranga dedicó al poeta zacatecano a lo largo de tres décadas. La mayoría de estos textos tuvo la vida efímera de un día en las páginas de un periódico.
«En Emilio Uranga hay algunas páginas notables sobre López Velarde y aquella imagen del poeta jerezano sobre 'la viuda oscilante del trapecio', emblema para Uranga del ser del mexicano. Es sorprendente que este año en que se ha celebrado el centenario del nacimiento de López Velarde ninguno de nuestros críticos haya recordado esas páginas penetrantes… Uranga fue un excelente crítico literario. Lástima que haya escrito tan poco. Hubiera podido ser el gran crítico de nuestras letras: tenía gusto, cultura, penetración…
Es necesario recoger sus escritos. Son parte de la cultura contemporánea de México.»