Los mejores días

Inés dice que las plantas son pequeños espejos. Que leyó de un filósofo que cualquier cosa del mundo es como un jardín lleno de plantas, pero que cada rama y cada hoja de esas ramas son más jardines llenos de plantas

Anoto esto en mi cuaderno: este amor no tiene marcha atrás. Va a ser en una sola dirección, una bala hacia el futuro. Desenamorarme ahora sería como vaciar el río con las manos

La vida se mira de frente pero sin urgencia.

“Un hombre, me dijo una vez mi mamá, es un animal pequeño que se ve inmenso”.

—Lo que vemos son estrellas muertas, muertas hace siglos, que siguen brillando.

Su ánimo iba y venía entre comerciales y bloques que duraban poco. Los conductores dirigían sus pausas, sus silencios, su privacidad. Pero nunca se la vio llorar, en años, nunca. Era un show permanente de madre.

Pero era una tristeza estoica. La calcaba sobre el mantel de hule, colgaba su tristeza en la cocina como a una cortina. Nosotros la corríamos para mirar el jardín, la basura de papá, lo que tenía que crecer y no crecía, la tierra seca.

—El poder de mi tristeza —dijo una vez— es el de un tsunami. No seas como yo, sonreí.

su parte del día siempre fue la mañana, el subidón en el pecho de estar estrenando algo, que lo de ayer no vuelve.

lo amaba también, y pensaba que lo de la cocaína no me importaba, como un drama guardado en alguna parte del cuerpo, cosas que no se miran. Pienso que nos amábamos como amaba la gente en el pasado, y que por eso le dije que sí.