Los lectores de Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830–1866) se cuentan por millones, tanto en el mundo de habla inglesa como fuera de él. El enorme interés que sus versos siguen despertando se finca en una sensibilidad lírica y una capacidad de recreación emotiva y visual que rebosan los límites espaciales de sus sucintas, aunque complejas, piezas poéticas. La lengua española ha recibido, en varias latitudes y por medio de un buen número de traductores y poetas, la poesía de Dickinson con múltiples variantes, formas, aspectos y significaciones, durante ya muchos años. Juan Carlos Calvillo (poeta, traductor e investigador de El Colegio de México) explora, de manera incisiva y puntillosa, lo que significa para el traductor hispánico enfrentarse a la obra de una figura señera de la lírica mundial mediante el análisis de varios intentos de traslado de los versos de Dickinson a la lengua española, y presenta criterios mediante los que se pueda determinar el nivel de éxito que distintos traductores han alcanzado en cada de una de sus considerables empresas.