Sigo maravillándome cada día no solo de seguir viviendo mientras otros sucumben a la enfermedad, a la guerra, a la violencia, al ahogamiento, al hambre, al encierro o al asesinato, sino también por tener la posibilidad de ser un cuerpo consciente, una máquina vulnerable de carbono autoescribiéndose, atravesando la que quizás será la aventura colectiva más bella (o más devastadora) en la que hayamos estado embarcados.