Si la muerte
es sueño, despertemos
de ella; si no —no lo es—,
con todo cuanto es nuestro rechacémosla
mientras en nuestros cuerpos condenados
dura, del carcelero,
la licencia indecisa.
La vida más vil, Lidia, y no la muerte,
que desconozco, quiero; cojo flores
que te entrego, votivas
de un humilde destino