Panza de burro

Los niños siempre me daban asco pero creía que tenía que enamorarme de ellos.

Isora y yo estábamos hechas como estaban hechas las cosas que nacen para vivir y morir juntas

Me encantaba la capacidad de Isora para decir que no a la gente. Ella no tenía miedo de que la dejasen de querer. Decía lo que le apetecía cuando le daba la gana.

Yo nunca sabía decirle adiós a Isora. La miraba como quien se prepara para decir adiós por muchos años.

Yo me levanté y la seguí.

La hubiese seguido al baño, a la boca del volcán, me hubiese asomado con ella hasta ver el fuego dormido, hasta sentir el fuego dormido del volcán dentro del cuerpo

Yo soñaba con curarle la tristeza a Isora, quería ser su perro y ella mi santa con heridas en las rodillas.

y entonces me ponía triste porque pensaba que yo no tenía tristeza propia, que mi tristeza era la de ella pero dentro de mi cuerpo

el mar que me decía dónde se acababa el mundo, a esa hora de la tarde.

Dice mi abuela que la sopa magi es sopa de putas. Ah miniña, pues no sé. Yo la sopa que hago la hago de las gallinas que yo tengo

Muy pocas veces ocurría, pero todo el mundo sabía que detrás de las nubes vivía un gigante de 3718 metros que podía pegarnos fuego si quería.