la mirada que tenemos sobre el príncipe melancólico, la escisión entre el hombre de acción y el hombre de pensamiento, son tópicos heredados del romanticismo. No está esto en la “voluntad shakespeariana” (si existiera algo así), y es una buena decisión sacarse esas ideas románticas de encima, porque, si uno observa lo que hace Hamlet como sujeto de acción, ¡es un torbellino!: mata a Polonio, se sube al barco hacia Inglaterra, cambia la carta que lo sentencia a muerte, se pelea con los piratas, manda a matar a Rosencrantz y a Guildenstern, vuelve de Inglaterra, descubre a Ofelia muerta, se revuelca en una lucha cuerpo a cuerpo con Laertes en medio del cementerio, y caen ambos en la tumba recién cavada, arma junto a Horacio un plan de venganza, se bate a duelo y mata, finalmente, a Claudio. Es decir, de hombre de pensamiento, de “no sé qué hacer…”, no pareciera haber tanto.