Empecé este libro cuando inició la cuarentena. Leía una carta diaria. Luego me enamoré (y me aventé al ruedo gracias a una carta de Sugar) y lo pausé. Lo retomo ahora para acabar mi año. He tenido malas noticias y Sugar estuvo ahí. Otras muy buenas. Y ahí la leí también. Me hizo llorar. Me hizo dar consejos. Me hizo aprender a ser paciente. Mi relación con este libro es más bien personal, así que no podría ser objetiva. Pero hoy le doy cierre y agradezco las palabras sabias sobre la muerte, la vida, el amor, la enfermedad y la esperanza.
Todos tenemos batallas pendientes, todos estamos luchando por ser mejor (a veces no); pero todos intentamos confiar en que alguien más nos ayude a ver la luz en el cuarto oscuro. Cada carta busca la ayuda que muchas veces les fue negada, que no pueden pedir en voz alta. Historias diversas, pero todas con un buen mensaje.
Amé los consejos de Sugar por humanos y reales. Al mostrarse tan falible como el que más, Sugar entona con todos. Era la pequeña alegría que necesitaba en estos días aciagos.