Se trata de la expresión propia, muy afortunada y precisa, sobre la geopolítica actual, proveniente de la experiencia y el estudio. Es el resultado del trabajo adelantado por años, en materia de seguridad, mediante la pluma de alguien que conoce a fondo las relaciones existentes entre las ideologías y creencias, por una parte y, por otra, la actividad proselitista de movimientos políticos y religiosos de distintos orígenes y en diferentes latitudes.
El autor, merced al seguimiento que emprendió y ha efectuado tanto en el campo académico como en el de su actividad práctica, sabe muy bien las características de la política activa y de la vinculación que con ella tienen ciertas doctrinas religiosas, y la forma en que se expanden, incluso por fuera de las fronteras de un determinado país. Cuando esas doctrinas e ideas son extremas, no es extraño que su expansión tenga lugar por la vía del terrorismo, la intolerancia y la violencia.
En los últimos años, el mundo ha visto —asombrado e impotente—el desarrollo de conflictos que, en Irak, en Siria, en Pakistán y en otros países, parecen no tener fin. Y, con verdadero pavor —que es lo que busca siempre el terrorismo—, ha presenciado en los medios de comunicación y en las redes sociales actos de barbarie. Ejecuciones, masacres, ataques suicidas, bombas activadas en lugares concurridos, con el consiguiente alto número de muertos y heridos. Niños tratando de huir de la guerra. Familias destrozadas. Miles de personas que han preferido morir en frágiles embarcaciones, en busca de un puerto, antes que vivir en medio del hambre, la destrucción, la incertidumbre y el miedo.