Luna llena

—Para mí es amar y ser amado. Si nos casamos, quiero que nos amemos toda la vida.

Cuidó de mis padres hasta su último suspiro. Toda mi vida le agradeceré su abnegación.

Suceda lo que suceda, siempre será mi mujer. Debo protegerla. Ella me ha sido fiel y lo será también con su «futuro» marido.

Por fortuna, a mí todavía me reconoce y sigue llamándome «cariño».

Mi esposa padece de alzhéimer. No reconoce ya a nuestros nietos y confunde a la menor de nuestras hijas, Anzu, con la primogénita, Kyōko, que murió de cáncer hace cinco años. Por fortuna, a mí todavía me reconoce y sigue llamándome «cariño».

Algunas personas creen que el alma, al morir, abandona el cuerpo y parte a otro mundo donde uno no tiene preocupación alguna. Si eso fuera cierto, morir no estaría tan mal.