Los médicos y los teólogos que veían en los síntomas de la melancolía la larga mano del demonio, condenaban a muchos enfermos mentales a soportar juicios inquisitoriales, que comenzaban con la tortura y terminaban frecuentemente enviando a los convictos a la hoguera. Poco antes de que Velásquez publicase su libro, había aparecido en París el libro de Jean Bodin De la démonomanie des sorciers (1580), que era un terrible manual de persecución de brujerías y una brutal refutación de las ideas más flexibles aunque contradictorias que Jean Wier (Johann Weyer) había desarrollado en su influyente libro De praestigiis daemonum; el texto de Bodin era una versión secular del Malleus maleficarum que era usado en los juicios eclesiásticos.106 Bodin se negó tajantemente a aceptar que los fenómenos naturales atribuidos a las brujas fuesen una ilusión producida por la melancolía. Para el reputado jurista francés, las mujeres en general y las brujas en particular no podían ser afectadas por esta enfermedad:
jamás ninguna mujer ha muerto de melancolía, ni el hombre de alegría, antes por el contrario muchas mujeres mueren de extrema alegría, y puesto que Wier es médico no puede ignorar que el humor de la mujer es directamente contrario a la melancolía adusta que produce furor, sea que venga de a bile flava adusta aut a succo melancholico, como convienen los médicos. Ya que uno u otro proceden del calor y sequedad excesivas, como dice Galeno en su libro De atra bile. Pero las mujeres son naturalmente frías y húmedas, como dice el mismo autor y todos los griegos, latinos y árabes convienen en este punto.107
Además, Bodin cita la tradicional idea según la cual la melancolía vuelve sabios y contemplativos a los hombres, lo que le parece incompatible con la naturaleza del sexo femenino. La melancol