Hablar de cosas raras es hablar de anormalidad, y la anormalidad puede tener dos caras: una fascinante, que rompe con las rutinas y nos invita a soñar, y otra escalofriante, que resquebraja el mundo que conocemos y nos atrapa en una pesadilla de la que no parece haber escapatoria. En este jardín, las dos caras de la anormalidad coexisten. Del lector dependerá con cuál quiere encontrarse: de día hay hombres y mujeres que miran al cielo, dispuestos a realizar hazañas imposibles; de noche, los monstruos despiertan. Sin embargo, sea a la hora que sea, el lector saldrá transformado del jardín. Quizá con lágrimas en los ojos, quizá con restos de sangre.