Cuando E. L. Doctorow dijo que los relatos nos enseñan las leyes de la comunidad y distribuyen el sufrimiento, y que a través de las historias el individuo siente que su sufrimiento puede ser compartido por los demás, estaba exagerando el papel social de cualquier obra literaria, pero acertaba, según mi opinión, en el hecho de que los relatos nos muestran el comportamiento de la comunidad y también lo alteran y modifican. Sin embargo, tal como están las cosas afuera de mi recámara –es decir, en el mundo exterior– veo más posible la soledad y el olvido purificador que la redención política. Y, por ello, apenas escucho un ladrido humano en lugar de una voz, corro a encerrarme de nuevo en mis libros. Hasta que un día no vuelva a salir jamás.