Como Lidiar con los Ex

“Estoy dispuesto a hacer lo que tú quieras.” Sin pensarlo dos veces recuerdo hasta el día de hoy lo que le dije entonces. “Está bien. ¿Dices que por mí dejarías la vida de desastres emocionales y físicos que llevas? Ok. Está bien. Enseguida estoy contigo por la puerta que da a una de las calles aledañas del edificio.” Ahí se quedó esperándome por siempre. Yo, por el contrario, decidí aquel día, como he decido en muchas ocasiones, salir por la puerta principal... y cerrar para siempre ese capítulo. Lo que él haría a partir de entonces en su vida, era problema suyo. Hacía años que yo había decidido mi rumbo, y así fue.

. El perdón verdadero enaltece y lo hace crecer a uno.

Se casó con la empleada de una tienda de fotocopiadoras, no con ninguna rica heredera con cuya familia la suya “uniera su capital.” Vivió la tragedia de perder a su primer hijo. El padre que le había ordenado dejar a la “pobretona,” un buen día, cuando yo ya era reportera de la vicepresidencia de noticieros de Televisa me llamó con una súplica. “Soy fulano de tal y por favor no vaya a colgarme el teléfono. Le llamo por dos razones. Una, para pedirle perdón por el daño que le causé al evitar que usted y mi hijo se casaran, y la otra, para pedirle su ayuda.

Cuando joven, siendo flaca, pobre y fea, (y sin nadie que me dijera ni ¡salud! al estornudar)

¿La moraleja? Al ver a un personaje “donjuanesco” y similar cerca de su vida ... ¡Huya! Corra y póngase a salvo, que ahí no tiene nada más que hacer que perder el tiempo.

El tiempo de sufrimiento me sirvió para saber lo que quiero y lo que no quiero de un hombre.

para ponerme al tanto de la suerte del fallido Casanova. Veinte años después sigue de mujeriego. De aquel galán sólo quedan rastros, los años le cayeron encima ... sigue solo y seguramente solo terminará. Allá él con la vida que escogió

Nadie que haya llegado temprano al reparto de sentido común sigue en una relación como esta. No hay nadie que valga la pena para que otro ser humano acepte migajas de cariño, ni acepte semejante abuso

Lo cierto es que, para mi fortuna, un despechado empleado a quien él despidió, tomó mi número telefónico de la agenda de direcciones y me llamó para contarme la desdichada historia con datos y señales

Materialmente parecía una caricatura de Don Juan Tenorio y corría a esconder, y sacar de un baúl, de acuerdo a quien llegara, ¡la foto de la visitante en turno! Si yo era la que llegaba, entonces mis fotos se encontraban por todas partes de esa casa. “Es que tengo que tenerte por todas partes, así me siento que no estamos tan separados.” Ja, ja. Tonta yo que le creí.