“Estoy dispuesto a hacer lo que tú quieras.” Sin pensarlo dos veces recuerdo hasta el día de hoy lo que le dije entonces. “Está bien. ¿Dices que por mí dejarías la vida de desastres emocionales y físicos que llevas? Ok. Está bien. Enseguida estoy contigo por la puerta que da a una de las calles aledañas del edificio.” Ahí se quedó esperándome por siempre. Yo, por el contrario, decidí aquel día, como he decido en muchas ocasiones, salir por la puerta principal... y cerrar para siempre ese capítulo. Lo que él haría a partir de entonces en su vida, era problema suyo. Hacía años que yo había decidido mi rumbo, y así fue.