El Poeta de este libro explora plantas -palabras, formas métricas— como el tan montevideano tamarisco, que resiste donde nacen el frío y el calor más extremos mientras camina -como si caminara hacia su calle Marsella, o a la calle Libres de Juan Introini— hacia ese origen de una Montevideo transformada. Piel de la noche, diente de leche, polvo que vuela con el viento del mar, condolido de sí mismo por ser quien debe enterrar a sus muertos hasta que sea otro Poeta quien continúe esa carrera de postas que va a dar a la ceniza, pero que mantiene vivas las palabras propias en la boca de los otros. (Horacio Cavallo).