Máximo Gorki escribió Días de Infancia en 1913, durante su destierro en la isla de Capri, donde permaneció siete años. Aunque se resistía a «evocar tantas situaciones penosas, tantas miserias morales, y reavivar tantas heridas aún no cicatrizadas», cuando se decidió a escribir sus recuerdos infantiles estuvo a la altura de su genio.
Gorki narra los 7 penosos años que transcurrieron tras la muerte de su madre. El propio autor, resume así sus días infantiles: «Tengo la impresión de haber sido en mi infancia una colmena, hacia la que las gentes más diversas, sencillas y oscuras traían, como si fueran abejas, la miel de su experiencia; cada una de ellas enriquecía generosamente mi alma. A menudo esta miel era impura y amarga, pero qué importa, todo conocimiento es un precioso botín.»