es
Books
Dubravka Ugrešić

El Museo de la Rendición Incondicional

Esta luminosa novela, un clásico de la literatura europea de las últimas décadas, narra la vida de unos personajes que se ven atrapados entre varias culturas, a medio camino entre el pasado de su propia tradición y el futuro de lo que les depara la Historia, de la que, sin pretenderlo, formarán parte.

Tras la guerra de los Balcanes, la ciudad de Berlín cobra vida gracias a la llegada de los expatriados, que luchan por preservar lo que les queda de su cultura y de una nación que ha sido eliminada del mapa, mientras sustituyen todo lo que una vez conocieron por lo nuevo y desconocido. Para aquellos cuya vida ha de caber en una maleta, los recuerdos pasan a ser su posesión más importante, pero a veces adoptan un significado extraño. Dubravka Ugrešić recompone así la vida de su madre a través de las fotos halladas en el fondo de un armario, en un antiguo bolso de piel. Y, a la vez, también su propia historia: sus años de profesora en Berlín, donde compartió apartamento con tres jóvenes indias; los encuentros nocturnos con sus amigas para cenar y echar las cartas del tarot; un viaje a Lisboa, adonde fue cargada de equipaje, pero sin llevarse absolutamente nada, dependiendo de cómo se mirase… Un collage de recuerdos que la autora fusiona para lograr un sublime retrato de la soledad del desterrado.

CRÍTICAS

«Si el mundo fuera un lugar justo, Dubrakva Ugrešić ganaría el Premio Nobel.» —Publishers Weekly

«Las novelas, ensayos e historias de Ugrešić merecen ser leídos, especialmente El Museo de la Rendición Incondicional, nutrido de grandes formas literarias.» —Publishers Weekly

«Uno de los mejores libros que existen.» —Publishers Weekly

«Un libro mágico. Imposible de describir, pero apasionante de leer.» —The Guardian

«Una de las más profundas reflexiones sobre la cultura, la memoria y la locura que jamás leerás.» —The Independent

«Un libro perturbador y bellísimo, nada convencional, que conmocionaba sobre todo por el enorme e infinito catálogo de rastros de vida.» —RTVE

«Hay que leerla, como una terapia colectiva, desde la hondura de la conmoción.» —Diario de Sevilla

«Una brillante muestra de narraciones y reflexiones de alta velocidad. Es una escritora a la que seguir. Una escritora a la que apreciar.» —Susan Sontag

«No conozco a nadie que escriba mejor o piense con mayor lucidez sobre estos tiempos difíciles. Una novela original, hermosa y extremadamente inteligente.» —Charles Simic

«Ninguna novela ha evocado con tanta agudeza los costes personales del cambiante mapa político mundial.» —Marina Warner (Historiadora)

«Dubravka Ugrešić ha escrito una obra maestra que explora el conflictivo espíritu de la Europa de finales del siglo XX.» —Larry Wolff (Historiador)

«Dubravka Ugrešić despliega una prosa cargada de pólvora y dinamita.» —La Razón

«Dubravka Ugrešić es imprescindible.» —La Vanguardia
310 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2022
Publication year
2022
Have you already read it? How did you like it?
👍👎

Impressions

  • Mari Sanchezshared an impression5 months ago
    👍Worth reading

Quotes

  • Fernandohas quoted6 months ago
    El bolso siguió siendo el almacén central de los recuerdos.
  • elisa shas quoted13 hours ago
    AMÁ EN LA BOLA
    Doy vueltas con el índice sobre la superficie de cristal de la bola. La cojo con la mano como una manzana: caliento el frío cristal, enfrío la caliente mano. Desde el oscuro cielo la nieve cae ligera sobre la pequeña ciudad. Dentro de la bola está mamá sentada y se chupa los copos del dedo.
    La observo a través del cristal, pienso en ella, intento palpar su núcleo. Le doy la vuelta a la bola y por su cara pasan las sombras de Emma Bovary, Maureen O’Hara, Tess, Carrie… Las sombras se devanan una encima de la otra según una secreta proximidad, se enlazan atadas con hilos secretos. Reconozco el mismo brillo de sus ojos, algún almidonado y blanco detalle de la ropa, una horquilla en el pelo, la postura del cuerpo, una mirada, un gesto, una frase. Los une el mismo pegamento, la secreta energía que producen los destinos de mujer, calcándose uno en otro, buscando el reflejo uno en otro como en un espejo.
    La estoy observando dentro de la bola y me parece que todas ellas son sus verdaderos núcleos, ella está con ellas, con Tess, Maureen, Carrie, Ava, Ana, Emma, Bette, real e irreal a la vez. Veo esas dos arrugas que caen imparables hacia abajo que acaban en tristes bolsitas, veo esa mueca de descontento por un destino que había empezado como una novela, que no había terminado como una novela, que se había detenido a mitad de camino condenándola a envejecer sin fuertes recuerdos, a ir tirando, a un vago anhelo, a una bola de cristal. Leo en su cara los posos de las novelas leídas y de las películas vistas, los posos de los destinos de mujer, fuertes, apasionados, que terminan con un final dictado por un novelista o un director, mientras que el suyo sigue en un estado de vaga amargura, tanto más grande y vaga cuanto más apasionadas y lúcidas eran sus ideas sobre su futura vida.
    Le doy la vuelta a la bola y de repente me da pena mamá, tan pequeña y confinada, seguro que está terriblemente sola, seguro que tiene frío. Cojo la bola con la mano como si fuera una manzana, me la acerco a la boca y la caliento con mi propio aliento. Mamá desaparece en la niebla.
  • elisa shas quoted13 hours ago
    SEÑOR PINITO
    El operador de cine, de origen checo, era un hombre menudo con un eterno cigarro encendido pegado al labio inferior. A la pregunta: «¿Cómo está?», contestaba en checo: «Jako sosnichka!» («¡Como un pinito!»). Al mismo tiempo que se enderezaba con agilidad, se tocaba vigorosamente el pecho con la mano como si comprobara la solidez del material y en su cara se desplegaba una sonrisa. En su figura, detrás de la cual siempre ondeaba la fiel nubecilla del humo del cigarro, no había absolutamente nada de perenne.
    A nosotros, los niños, nos dejaba entrar en el cine sin entrada y sentarnos en las butacas, o en las sillas auxiliares de tijera si el cine estaba lleno. En las matinés de domingo el único público éramos nosotros, los niños, y la mujer del maestro local que, después de haber parido un montón de hijos, había desistido de ser la mamá o la mujer de alguien y había vuelto a la infancia. Ella iba al cine todos los días. Completamente ausente, sin percibir a nadie a su alrededor, con una tripa grande y prominente, la mujer del maestro local entraba en la sala con un helado en una mano y una bolsita de caramelos en la otra. En la oscuridad de la sala de cine rompía ruidosamente los caramelos con los dientes y hacía crujir los papelitos.
    El operador de cine cerraba la puerta detrás de nosotros y luego, seguido por la nubecilla de humo, subía a la cabina del proyector. Durante mucho tiempo, Sosnichka hizo todos los trabajos en el cine de provincias: vendía las entradas, conseguía las películas, rasgaba las entradas en la puerta, cerraba detrás del público y ponía las películas.
    Hoy, en la oscuridad de las salas de cine, a veces espero ver aquel plano tan repetido: su cara y una nubecilla de humo encima de su cabeza en el estrecho rayo vertical de luz, y luego el dulce aguardar cuyo tiempo se medía en pasos (¿cuántos pasos necesita un operador de cine para llegar a la cabina del proyector?).
    Después de muchos años, por casualidad, me encontré con él, y me alegré mucho de verlo. A mi pregunta: «¿Cómo está?», se enderezó, desplegó una sonrisa como una banderita y con la endeble mano se tocó el pecho. «Jako sosnichka», dijo. Varios días más tarde murió. Tal como se tocó por última vez para averiguar la solidez del material, así murió el siempre perenne señor Pinito.

On the bookshelves

fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)