es
Books
Emilia Pardo Bazán

La cita

  • Abigail Mirandahas quoted8 days ago
    La prueba de que seguiría siendo chiquilla, eran las dos muñecas enormes, vestidas de sedas y encajes, que encontró en su tocador, muy graves, con caras de tontas, sentadas en el confidente de raso.
  • Abigail Mirandahas quoted9 days ago
    ¡No! Mi camita, dormir tranquilo hasta el día siguiente
  • Abigail Mirandahas quoted9 days ago
    Yo —añadió la mujer escuálida— me llamo Muerte, y soy por ahora tu preferida. Has apelado a mí para vengarte de tus enemigos, y tienes resuelto carbonizar a los unos y coser a puñadas a los otros. Heme aquí dispuesta a complacerte sin tardanza; así como así, poco trabajo me cuesta darte gusto, porque es cuestión de adelantar los sucesos: año arriba o abajo, tus enemigos no podrán librarse de esta hoz que empuño
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    El amor —sostiene Luis— debe ser algo grato, regocijado y ameno; si causa penas, inquietudes y sofocos, hay que renegar de él y hacerse fraile
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Adoro a las mujeres…, pero soy muy justo y las adoro a todas por igual, sin creer en la divinidad de ninguna
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    No se sabe qué hechizo existía en aquel muchacho, ni muy guapo ni muy feo, de cara redonda y fino bigote castaño, de ojos alegres y frente muy blanca, en la cual el pelo señalaba cinco atrevidas puntas
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Te prohíbo —me dijo severamente— que dudes de mi cordura… Solo que, entérate: eso de la pasión y demás zarandajas tiene, entre otros encantos, el de que lo mismo puede dañar el padecerlo como el hacerlo sentir… Igual fastidia querer o ser querido… ¿Te has enterado? Y mutis
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    He metido la mano en un cesto de flores y había en él la viborilla del amor. ¡Condenado! El caso es que la señora…; bueno, tú ya no ignoras cómo se llama
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    En primer término, Luis propuso el remedio de la cobardía: la fuga. Un viaje a París…, a Buenos Aires…, al Polo Norte…
    Yo aconsejé el de la semicobardía: el aplazamiento
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Era la sed de inmortalidad que a veces acomete a los seres más predestinados al olvido, los cuales buscan la supervivencia en un afecto, en un corazón, y, a falta de esto, en unas piedras amontonadas
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)