El proverbio “del dicho al hecho hay mucho trecho” trasmite que es mucho más difícil hacer que decir, a través del significado de “trecho”, que connota la idea de dificultad utilizando la metáfora de una distancia. Luego de haber aceptado que hacer (materializar) es más difícil que decir (concebir), cabe volver sobre la idea para poder rescatar otros aspectos.
Solemos pensar que la materia, por ser “palpable”, es más “concreta y duradera” que la idea, pero no es verdad. Dado que concreto (por su origen, “crecer unido”) también significa “preciso, detallado o bien delimitado”, no cabe duda de que los productos mentales que configuran lo dicho pueden muy bien ser concretos. Además, tal como señalaba Heráclito hace más de dos mil años, lo que permanece del río es su forma, el agua circula. Las ideas no solo pueden ser muy concretas, sino también duraderas, ya que el reconocimiento mismo de ese “crecer unidas”, en cuanto constituye un volver a encontrarse con algo conocido, es un testimonio de su perduración. Una vez destacado el valor del hacer, debemos admitir que el decir nos es tan vano como solemos creer cuando, enamorados del supuesto de que solo la materia está “hecha” (o es “un hecho”), no lo pensamos mejor. Toda la historia de la civilización nos certifica, sin embargo, que las ideas son “hechos”, y que idealizar es crear.
Pero, además, lo que es cierto frente al mundo que constituye nuestra circunstancia también vale para un ego que, lejos de ser alguien especial, del cual hablamos arrogantemente en “primera” persona del singular, es un tejido de otros seres que testimonia lo que expresa Porchia cuando afirma: «Nadie está hecho de sí mismo”.