Ese modelo se basó, sobre todo desde 1947, en una alta protección a industriales y grandes productores agrícolas de bienes de consumo interno, que importaban materias primas, abonos y maquinaria. Las devaluaciones posteriores a 1957 les sirvieron también de protección, sobre todo con el “diferencial cambiario” que les permitió tener dólares baratos. Los consumidores pagaban precios elevados para garantizar los ingresos de los grandes productores, con la idea de que esto aumentaría el empleo. Al mismo tiempo, el contrabando de productos de consumo creció y en casi todas las ciudades se formaron grandes barrios de comercio ilegal, los llamados “San Andresitos”.