Quizás él crea que es una mujer segura, pero cuando se sube a la báscula del cuarto de baño, se sume en una espiral de autocastigo. También la tiene por madura, sin embargo, vuelve a casa con un corte de pelo que no le gusta y llorando desconsoladamente por un disgusto que le avergüenza incluso reconocer. Él sabe que es sensata, pero se queda sin botas de invierno porque se ha gastado el sueldo de media semana en un aceite mineral envasado con elegancia. Sabe que ella comparte su amor por la naturaleza, pero se niega a acompañarlo a la playa hasta haber terminado su dieta primaveral. La convivencia con ella es agradable, pero rechaza de mala manera un trozo de tarta de cumpleaños y, en cambio, devora a escondidas al amanecer los restos de cualquier cosa.