Muchos de los sucesos son disparatados, en parte por lo reventado del narrador y una prima alocada de éste, y sirven para mostrar los prejuicios de la clase media de esa ciudad norteña, homofóbica y clasista y, como suele suceder, aglutinada en torno a unos valores morales basados en la hipocresía y el cinismo.
La novela está dividida en dos partes y en ambas hay una muerte como eje narrativo. La primera está situada en la Ciudad de México y narra episodios de relaciones entre un grupo de amigos gays, con el suicidio de uno de ellos como suceso central. En esa parte el escritor nos instruye sobre el tipo de relaciones que se establecen alrededor del sexo, ciertas poses y salpicado todo ello con abundantes notas sobre gustos musicales: la pasión del narrador por las rolas de New Order queda patente a lo largo del relato. El narrador es implacable y desnuda a los homosexuales con los que convive, mostrando sus mezquindades, insaciabilidad sexual y un marujeo sibilino que no deja títere con cabeza.
La segunda parte está ambientada en Torreón, de donde es originario este escritor trasplantado en la Ciudad de México, y gira en torno a sucesos familiares: la enfermedad y muerte de la matriarca prolífica y tirana que fue la abuela en vida. De paso, “Funerales de hombres” raros apunta a que no todos los machos norteños son tan machos y también les gusta el chile, a pesar de ser íconos masculinos de la sociedad torreonense y estar en puertas del matrimonio heterosexual.