Con el pulso firme del escritor que ha llegado a su más plena madurez, Javier Tomeo vuelve a narrar en La ciudad de las palomas la historia de un solitario. Pero si en la novela que le consagró, El castillo de la carta cifrada, se trataba de una soledad voluntaria, aliviada además por la presencia de un criado, ahora el planteamiento se ha radicalizado, pues el solitario protagonista de esta historia es, junto con las palomas, el único habitante de una ciudad bruscamente abandonada por el resto de sus pobladores.
En el mundo fantasmal que resta no queda más compañía que la de las ubicuas palomas (siempre algo ominosas, vigilantes descfe el rojo de sus pupilas) y la del ojo ciego de una pantalla de ordenador en la que, por otro lado, tan sólo se abre el vertiginoso espacio de la fantasía.
Metáfora de la condición del hombre moderno, La ciudad de las palomas comparte con las anteriores obras de Tomeo el prodigio de su imaginación, capaz de obtener el más inesperado desarrollo de una situación de partida aparentemente limitada; la delicia de su estilo, siempre sencillo y fluidísimo, atento al matiz y proclive al guiño retórico; y, sobre todo, la poderosa fuerza simbólica de uí),as historias en las que el absurdo kafkiano adquiere un personalísimo tratamiento.
La obra narrativa de Javier Torneo, próxima ya su edición en los Estados Unidos, ha sido unánimemente celebrada por la más exigente crítica española y europea.