Derrumbada en el suelo, llorando a lágrima viva, me oigo decirle a Chris que no soy una persona real. Intento vincular esas palabras con mi incapacidad para levantarme, para fregar un plato, para imaginar el modo de desplazarme a otra habitación, pero la fuerza gravitatoria es tan inmensa que no consigo elevar esas cláusulas a la categoría de habla. El suelo es lo único que me sostiene. Si pudiese caer aún más bajo, lo haría.