La llegada de la joven Lucy a los Estados Unidos para trabajar como au pair de una familia acomodada supone para ella alcanzar un sueño largamente acariciado: materializar la clausura de un mundo —el familiar— para acceder a un lugar en el cual construir un futuro sin nostalgias por aquello que se dejó atrás, representado en la figura odiosa de su propia madre.
Con un lenguaje descarnado que confunde autobiografía y ficción, Jamaica Kincaid nos habla de la inevitabilidad del desarraigo. Es un relato que da cuenta del modo en que la protagonista intenta desprenderse de la carga de una historia previa, cuyas figuras se han vuelto una galería de seres fantasmales que acuden a su mente una y otra vez y que, como en el caso de su madre, solo pueden ser evocadas con rabia y resentimiento. Comprender la soledad y un cierto tinte gris de la existencia será en Lucy una forma de vivir una primera adultez que se extiende como un hermoso «cuaderno de páginas en blanco».