—¿Te ha dejado? —dice JJ, separándose del corrillo para sentarse en la silla frente a mí.
—No —replico, incorporándome en el sofá, ya que, al parecer, esto se está convirtiendo en una cuestión doméstica. Sabía que tenía que haberme quedado en mi puta habitación, pero me he pegado una paliza en el gimnasio esta mañana y no podía ni subir las escaleras.
JJ deja la taza en la mesita y levanta las manos a la defensiva.
—Bueno, bueno, no llores —dice con sorna—. Si no te ha dejado, ¿qué coño te pasa, que pareces un alma en pena?
Henry se tira al suelo a mi lado y me lanza una mirada con una mezcla de suspicacia y empatía, y Robbie aparece a los pocos segundos con