—Tienes un coño perfecto —me susurra al oído—. Mojado y estrecho.
Sacudo las caderas sobre su mano, mientras entre los labios se me escapan gemidos y frases incoherentes. Intento cerrar las piernas, mi cuerpo intenta huir de la sensación que se apodera de mi interior.
Me sujeta las piernas con las suyas, y siento que estoy a punto de desmayarme.
—¿Vas a correrte para mí? Córrete en mis dedos, Anastasia, muéstrame lo que se siente cuando tenga la polla enterrada dentro de ti.
Me suelta el pelo y me tapa la boca con la mano para amortiguar mis gritos cuando el orgasmo me desgarra y grito tan fuerte que las ventanas tiemblan.
Cada parte de mí está temblando físicamente, el placer me invade todo el cuerpo hasta que se me ponen los ojos en blanco y arqueo la espalda. Sigue metiendo y sacando los dedos hasta que los espasmos cesan y me desplomo sobre su pecho, pegajosa y satisfecha.
Saca los dedos con suavidad y me da un beso en la frente húmeda.
—Abre la boca —me dice con un brillo curioso en los ojos mientras lo observo, confusa.
Hago lo que me dice, sin fuerzas para discutir, y espero con la boca abierta. Me presiona con los dedos en la lengua e inmediatamente saboreo el intenso sabor dulce y salado.
—Chúpalo. Mira lo bien que sabes —susurra.