Los años y las generaciones han pasado sobre el pueblo de Ixtepec, que un día decide recordarse y nos cuenta su historia. Cestos, voces, anhelos, desengaños quedan intactos en el tiempo; sus pobladores son personajes sin futuro, recuerdos de sí mismos, solo vivientes en el proceso devastador de la memoria. En ese retroceder veloz hacia la muerte que constituye el porvenir, la evocación de lo ocurrido es finalmente irreal: la verdadera realidad es lo que no oculto. Con un arte maestro de sus propios recursos, Elena Garro ha escrito una novela que confía su eficacia a dos elementos, poesía e imaginación, raras veces empleados tan diestramente en la narrativa mexicana. Desprendido de la geografía o la crónica inmediata, Ixtepec evoca los días Petrificados que el estallido revolucionario vino a romper y substituyo por un orden de terror. En ese marco vemos surgir una galería extraordinaria de seres que cercan la tragedia de amor y desamor del general Francisco Rosas. Mientras se urde el juego de la muerte, otros son capaces de detener un tiempo que al fluir muestra y esconde a Julia y a Felipe Hurtado, fusila a Nicolás Moncada… Extraviado en lo real, en lo imposible, Francisco Rosas se hunde como en los planos de un espejo; Isabel permanece enterrada con su amor como recuerdo del porvenir mientras duren los siglos.