Las Calles

El crecimiento precipitado del menor la lleva a fantasear con un tercer hijo. Un bebé adentro, ir alimentándolo y armándolo de a poco. Verlo salir, conocerle la cara. Hundir la nariz en la nuca de recién nacido, recorrer su cuerpo con las manos. Envolverlo en una manta suave. Mirarlo a los ojos y cantarle el mundo.
Se imagina con tres hijos en edades muy distintas, el tiempo ocupado, la vida colmada.

Dibujar es para ella otra forma de pensamiento, que a veces es pensamiento puro y a veces se parece a no pensar. Dibujar es una invocación y es una entrega. Es empezar con una idea y que el dibujo le pida otra cosa. Dibujar es confiar. El dibujo le pide que respire. Que resista. Y que sea paciente. Dibujar es su máquina del tiempo personal.

Cinco días entre esos dos llantos por motivos opuestos. La maternidad y sus desdoblamientos.

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El niño es el que marca el ritmo del paso. Aplíquese esta frase al descenso de la montaña o a la vida en general.

A la mañana el sol lame sus caras y los despierta. T

niño está diseñado para sobrevivir. Cuando un niño está cansado, o tiene hambre, o está incómodo, usará todo lo que tenga a su alcance para que los mayores se hagan cargo.

Ella es la persona menos intrépida y deportista que conoce. Su actividad es absolutamente mental. Como sus padres, está abocada a la lectura y al dibujo.

Las horas libres, si es que existen –piensa ella–, son la moneda en disputa de una pareja con hijos pequeños.
Lo imagina exprimiendo su soledad.

Su matrimonio es la relación menos virtual que tiene.

Una madre no es más que una hija que juega, piensa el personaje de Leda en La hija oscura de Elena Ferrante.