Porque las queman a montones cada año. Algunas veces, entre el papel doblado, el pálido empleado encuentra un anillo —el dedo al que iba dirigido quizá esté descomponiéndose ya en su tumba— o un billete enviado con la más diligente de las caridades —aquel a quien iba a aliviar ya ha dejado de comer y no volverá a tener hambre—; el perdón para aquellos que murieron de desesperación; la ilusión para quienes sucumbieron por falta de confianza; buenas nuevas para los que, asfixiados por las continuas calamidades, fallecieron ya. Portadoras de mensajes de vida, estas cartas se precipitan a la muerte.