Es una concepción ampliamente aceptada que, en el seno de las monarquías modernas, las facultades de las reinas consortes se limitaban a ser mera condición de posibilidad para la concepción de un heredero; no obstante, basta con acudir a la más esencial historiografía para desmentir este presupuesto. Al considerar la monarquía hispánica de los Habsburgos en el siglo XVII, no resulta complicado encontrar reinas que actuaban como consejeras del monarca, reinas que fueron o se concibieron a sí mismas como regentes, e incluso alguna que pudo llegar a pensarse como la propia heredera al trono. En definitiva, consortes que, de facto, participaban, en mayor o menor medida, del poder reservado al rey.
El ejercicio de este poder requería la creación de una persona identificable con la que exhibir una imagen pública rigurosamente planeada. El género pictórico del retrato real se hallaba precisamente supeditado a la consecución de este propósito, a moldear la idea que de sí mismas deseaban proyectar las reinas consortes tanto en las cortes extrajeras como en la suya propia. Adhiriéndose a esta premisa, los artículos que integran este volumen se aproximan a los retratos de estas consortes atendiendo a la dimensión política de los mismos y asumiendo en todo momento que la composición formal de estos cuadros en ningún caso debe ser concebida como resultado de las decisiones estéticas del pintor que los firma, sino como la concreción de un meditado sistema simbólico a través del cual estas monarcas quedaban vinculadas tanto a ideales culturales y políticos —el liderazgo dentro del mundo católico o el poderío del orbe hispánico— como a rasgos idiosincráticos laudatorios referidos a la castidad, la obediencia e incluso a una buena disposición para la gerencia del Imperio.
La obra está profusamente ilustrada con reproducciones pictóricas.