Contra toda romantización del dolor y de la locura, llorando no se escribe. Se puede hacer catarsis, pero no escritura. Porque la escritura implica un trabajo, y no en términos productivos sino subjetivos. Entonces, quizás una mano, una parte de nosotros esté sujeta al dolor, al abismo, a la locura, al padecimiento, pero la otra, necesariamente, tiene que estar dispuesta, abierta a la escritura, al trabajo de la escritura. Y allí, en ese acto de escribir, se produce por un lado un lazo con el mundo, y por otro, un hacer con la pérdida