Piedad Bonnett

Poesía reunida

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  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Todavía en la carne de aquel que envejeció alienta el deseo,

    como en la noche habita la memoria del día

    y en medio del otoño

    el verano persiste a ramalazos.

    Su pulsión no es alegre sino sorda

    como un eco,

    y punzante

    como el recuerdo abrupto de un olvido.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Creí que un gran dolor desplazaría

    los pequeños dolores.

    Y sin embargo

    chillan allí, debajo de su ala,

    hacen

    crujir sus dientes, no renuncian

    al pedazo de carne al que se aferran

    mientras que yo suspiro

    me canto una canción

    y digo soy la madre que los pare,

    tendré que hacer del hueso mi instrumento

    y de mis días una pared ardua

    para que ya no trepen, ya no aturdan,

    y pueda concentrarme en el silencio

    donde el Dolor empolla su gran huevo.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Me consoló pensar en aquel otro

    poeta que nos dice

    que no sabe de amor el que no puede

    “arder anónimo sin recompensa alguna”.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Los libros no leídos me contemplan

    con una obstinación orgullosa y distante.

    Y logran inquietarme,

    porque me hacen pensar en esas calles

    —que jamás transité—

    en donde lo esperado me esperaba.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Desde la estantería

    los libros no leídos me miran con la misma

    herida indiferencia de una novia agraviada.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Leo

    que la plenitud es la desaparición de la carencia

    y que sólo es feliz

    quien ha perdido ya toda esperanza.

    Los que así escriben

    no pueden entender que de la herida

    que duele y hiede nazcan abejas rubias

    y que su miel

    sea la poca luz que nos alumbra.

    Ellos,

    dueños de su circunferencia conquistada,

    no saben

    qué infecunda es la paz donde no habitas.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Para mis días pido,

    Señor de los naufragios,

    no agua para la sed, sino la sed,

    no sueños

    sino ganas de soñar.

    Para las noches,

    toda la oscuridad que sea necesaria

    para ahogar mi propia oscuridad.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Los saludables, los briosos estudiantes de espléndidas sonrisas

    y mejillas felposas, los que encienden un sueño en otro sueño

    y respiran su aire como recién nacidos,

    los que buscan rincones para mejor amarse

    y dulcemente eternos juegan ruleta rusa,

    los estudiantes ávidos y locos y fervientes,

    los de los tiernos cuellos listos frente a la espada,

    las muchachas que exhiben sus muslos soleados,

    sus pechos, sus ombligos

    perfectos e inocentes como oscuras corolas,

    qué se hacen

    mañana qué se hicieron

    qué agujero

    ayer se los tragó

    bajo qué piel

    callosa, triste, mustia

    sobreviven.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Tenía miedo de tu miedo

    y miedo de mi miedo.

    De tu castigo justiciero,

    del brazo en alto

    que pretendía detener mi llanto.

    Cómo he temido luego la furia de los débiles.

    Me regalaste un pájaro monstruoso

    de alas sombrías y pico carnicero.

    Alimentarlo

    fue mi mejor manera de quererte.

    El pájaro vigilaba mi jaula como un verdugo ávido.

    Yo pensaba que el mundo era cosa de hombres,

    mientras mis senos

    crecían en abierta rebeldía.
  • Ana Saenzhas quoted7 months ago
    Escriba usted

    estoy matando un hombre con aplicado estilo

    y método y llorando y mire señor juez mis manos pulcras

    no podrían siquiera torcer el cuello frágil de un gorrión moribundo

    al que ha cazado un gato

    y lo acuchillo

    lo abro de parte a parte lo desgarro en las horas

    del alba porque

    escriba

    él ha tomado abierta posesión de mis huesos

    ha arrasado mi puerta y deambula sonámbulo con furias de naufragio

    y no respeta ley

    y resucita a la hora del almuerzo y me turba

    con sus ojos dementes de hechizado.

    Señor juez mi cordura termina donde empiezan

    sus besos de arduo filo

    y el nudo de delirios de mis noches sin tregua

    en que baja a mi lecho y extiende su hermosura.

    Estoy matando a un hombre que nace cada vez como una flor maligna

    y se bebe mi aire.

    Deje constancia de que confieso el llanto la impotencia

    y que actúo en defensa señor juez de mis restos

    dolidos y sangrantes.
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