Despedirte de tu jefe, abandonar un «empleo estable», dejar un trabajo «bien remunerado» en «estos tiempos que corren» para emprender tu propio camino no es fácil. Al autoboicot mental se suma el condicionamiento del entorno: «Estás loco»; «¡cómo vas a dejar la empresa!»; «¡con lo mal que está todo!», «¿de qué vas a vivir?». Bla, bla, bla. Casi nadie me apoyaba. Te trasladan sus propios miedos.
Hice lo que los japoneses denominan un datsusara1, es decir, dejé un trabajo que no me motivaba para seguir mi vocación o, al menos, para darme la oportunidad de encontrarla. Fue la mejor decisión, pero tomarla no fue sencillo y ejecutarla tampoco. Todo tiene dos caras, y es importante que sepas de ese otro lado menos amable del que pocos hablan. El saber siempre empodera.