Había creído entender los secretos que escondían las palabras que me leían Sivo y Perla, cómo un solo beso podía marcar a fuego a una persona, pero no era así. Ahora sabía que la realidad era mucho mejor. Mucho más intensa. Ahora lo sentía todo: el roce abrasador de su boca sobre la mía, la presión en aumento, la necesidad creciente, la fricción que se extendía hasta los dedos de mis pies.