Maté a mi cabra. Vino a mí cuando la llamé para su muerte, mansa, lista. La acosté, le acaricié la barriga y como disculpa le dije: vas a alimentar a mi nuevo esposo, vas a alimentar a mis hermanos, pero un día yo también moriré y estaremos a mano, voy a ser abono para la paja que comerán tus crías. Yo siempre te quise, yo siempre hablé contigo, “Abati’ huachee’ ne lii”, en nada te he fallado