«¿No podríamos seguir siendo amigos?» Seguro que muere un hada cada vez que en algún lugar del mundo se pronuncia esta pregunta. Pero el perfectísimo Gideon de Villiers -a quien Xemerius prefiere llamar «el innombrable»- no tiene suficiente sensibilidad ni para pensar en las hadas ni para dejar de pisotear mi corazoncito. Si no fuera porque cuando le miro se me corta la respiración y me tiemblan las piernas, le hubiese soltado un bofetón que le habría mandado directo al siglo XIX sin necesidad de cronógrafo… Aunque, en lugar de hacer eso, solo le fulminé con la mirada y me alejé. Al fin y al cabo, éramos los dos últimos viajeros en el tiempo y en pocas horas saltaríamos juntos a 1782 con una misión a vida o muerte.