El simple hecho de procurarlo significa ya un reto cognitivo gigantesco. Tan sobrehumano que, en multitud de culturas, dar cuerpo a las palabras solo puede conseguirse con la ayuda de los seres del Más Allá.
De Nabu, señor de la lluvia, de los ríos y de las fuentes, para los sumerios: palabras de agua.
De Tot, señor del día y de la noche, de los meses y los años, para los egipcios: palabras de tiempo.
De Kein, dueño de las nubes y de los cielos, para los fenicios: palabras de aire.
De Itzamná, dios del rayo y del fuego, para los mayas: palabras de luz y de calor.