Cuando varias generaciones viven bajo el mismo techo, los choques son inevitables. Si de los cinco miembros de la familia, cuatro son del género femenino -con edades que van desde los once años hasta los noventa- el estrógeno acumulado en un apartamento de dos habitaciones puede alcanzar proporciones alarmantes.
Las protagonistas de Posesas de La Habana viven, no al borde sino, “en” un ataque de nervios crónico que, debido a las carencias económicas y a la asfixia política se prolonga indefinidamente. ¿Hay alguna esperanza para estas cubanas atrapadas en una isla en la que el mar parece ser la única vía de salvación?