No es necesario inventar un ejemplo ad hoc para el trabajo secreto, ascético, individualísimo de la literatura tal como la conocimos; para eso está Kafka. Lo que quiero mostrar de este paralelismo asimétrico de literatura y Arte Contemporáneo podría verse en la siguiente fábula. Supongamos que Kafka no hubiera existido, y que hoy un grupo de escritores en una experiencia de creatividad literaria redacta El castillo, La metamorfosis, Josefina la Cantora, exactamente, hasta la última palabra, tal como en el mundo real las escribió Kafka. ¿Valdrían lo mismo para nosotros? Evidentemente no, porque les faltaría lo más importante: Kafka. Y si queremos saber qué es ese elemento Kafka, no tenemos más remedio que concluir que el condimento esencial es histórico: un hombre viviendo en lo irrepetible, no intercambiable, y decisivo, de la Historia. Eso es lo que a él se lo hace difícil y doloroso, y necesita crear su obra para salir del impasse angustiante.