Con esta cita inicia el segundo libro de Belén López Peiró, Donde no hago pie, como un preanuncio a lo que será en hojas más adelante. Su narración es un registro en primera persona. El relato de su protagonista es persistente, tenaz, duele e indigna, y traslada a la espera de un juicio justo. Refleja la necesidad de escuchar las voces que circulan en las denuncias de abuso y los procesos judiciales. Es la continuación de Por qué volvías cada verano, en el que la autora narra el abuso sexual que sufrió por parte de su tío durante su adolescencia. Esta segunda obra emerge a partir de la búsqueda de justicia e imprime el dolor y cansancio propio de los tiempos burocráticos y crueles del sistema de justicia, pero también la red de mujeres que la sostienen, que respetan sus tiempos y formas de transitar. El acompañamiento de una abogada con perspectiva de género y de una comunicadora para examinar cómo se presenta el caso en los medios se vuelven relevantes para abrir el análisis en estos sentidos.